Últimamente cada vez que me apetece compartir con vosotros alguna boda chula que veo por ahí, las novias no van de blanco. No es premeditado, ni mucho menos. Quizá inconscientemente me atraen las mujeres valientes, las novias que se atreven a romper con todas las tradiciones sin mirar atrás. O quizá me esté dejando llevar por las apariencias y la elección de un vestido concreto no tenga nada que ver con una determinada actitud y responda simplemente a un gusto particular o a un conjunto de variables que hacen que decidas llevar un color en vez de otro.
En cualquier caso, hoy os traigo una boda en la que la novia no sólo viste un maravilloso Willow de segunda mano de Jenny Packham en rosa empolvado, sino que además elige un peinado y un maquillaje fuertes y con mucha presencia. La mezcla explosiva de la gasa del vestido y las lentejuelas transparentes con los labios rojos y el pelo negro recogido en un sencillo moño alto con flequillo me encanta. Y el precioso tatuaje que luce en un brazo realza todavía más la delicadeza del vestido y de la tela.
El novio con un traje negro sencillo y estrecho y una gardenia de bouttoniere. El ramo de la novia hecho con lavanda. Simplemente perfecto para ese vestido tan trabajado y sofisticado.
El fotógrafo Jonas Peterson supo captar perfectamente la sencillez del enlace dando protagonismo al vestido con fondos neutros, cielos abiertos, grises y blancos oxidados. Unas fotografías preciosas, ¿no os parecen?
(todas las fotografías son obra de Jonas Peterson via oncewed)