Este año íbamos a invitar a mis padres a pasar una semana en París. Sería un viaje familiar: mis padres, mis hermanos, los padres de Simón, Simón y yo. Me hacía mucha ilusión porque ni mis padres ni los de Simón conocían la ciudad, así que nos había imaginado haciendo de guías de nuestros padres, descubriéndoles rincones, sorprendiéndoles a cada esquina...
La repentina muerte de mi padre hace tres meses truncó ese viaje y la ilusión desapareció.
Anteayer la madre de Simón cumplió 60 años y sus hijos le regalaron un viaje a París para ella y para su marido. Aunque ya me había hecho a la idea, cuando mi "suegra" abrió el sobre con el regalo, sentí una punzada en el corazón y en el estómago. Ellos van a disfrutar de un viaje que mi padre no va a poder disfrutar ya. Se cumplían tres meses de su muerte, ¿por qué París entre todas las ciudades del mundo?
Estoy enfadada, me siento egoísta y muy triste. No he dejado de llorar desde entonces. Sólo de pensarlo las lágrimas vuelven a mis ojos sin control. ¿Como es posible que me haya afectado tanto?
Sé que la vida sigue, que la gente tiene todo el derecho del mundo a viajar y a vivir pero no puedo evitar seguir pensando todo el tiempo en mi imaginario viaje a París. En él veo a mi padre sentado en una silla escuchando un concierto en los jardines de Luxemburgo, probando macarons de colores en Laduree y retocándose los cuatros pelos que tenía en lo alto de la Torre Eiffel, mientras yo sonrío. Y no puedo dejar de llorar.